martes, 21 de agosto de 2012

ENTENDIENDO LA ECONOMÍA POPULAR Y SOLIDARIA*

Eric Ochoa Tocachi**
1. Quiero empezar el tema que me han encomendado con una idea central acerca de la economía popular y solidaria, de que esta no es una economía individual o individualista sino una economía colectiva, asociativa, una economía hecha por y para grupos humanos. La organización colectiva es, quizá, la condición más grande e importante de la economía popular y solidaria.
En nuestro país existen 3 tipos de economía que juntas dan vida a nuestro sistema económico. Éstas son: la economía pública (que la hace el Estado a través de todas sus instituciones y servicios), la economía privada o tradicional (que la hacen las empresas, grandes o pequeñas, cuya racionalidad principal es la acumulación y concentración de riqueza) y la economía popular (que incluye a esa gran variedad de formas económicas fruto del trabajo autogestionado surgidas por la necesidad de sobrevivencia y reproducción de la vida del “mundo popular”, es decir, toda esa población que no ha logrado insertarse “oficialmente” en el mercado).
En la economía popular ha logrado germinar uno de los valores más grandes que tenemos como seres humanos: la solidaridad. Este valor, que es intrínseco, connatural, al ser humano, organiza la racionalidad de muchas formas económicas. Así, la economía popular contiene importantes elementos de solidaridad, surgidas muchas de ellas, de interrelaciones culturales ancestrales que se mantienen aún latentes en nuestra memoria: la minga o el randimpak, por ejemplo, pero, además, esta solidaridad, también ha surgido de la carencia extrema de recursos. La pobreza o la urgencia cotidiana, diaria, de asegurar la subsistencia (de comer, vestir, descansar dignamente, de estar sanos, de poder educarse) ha llevado a much@s a reconocer la importancia de compartir lo poco que se tiene, de formar comunidades o grupos que permitan, juntos, entre tod@s, conseguir y asegurar los medios para continuar la vida.
Grupos de mujeres y hombres que han unido sus escasos recursos económicos para formar Grupos Solidarios de Crédito, Bancos Comunales, Cajas y pequeñas Cooperativas de Ahorro y Crédito, y acceder, así, a una de las más grandes limitaciones que se tiene en el área rural y/o urbano marginal de las grandes ciudades: el acceso al financiamiento productivo. La RENAFIPSE, Red Nacional de Finanzas Populares y Solidarias del Ecuador, agrupa, por ejemplo, más de 389 Estructuras Financieras Locales.
Grupos de consumidores (en su gran mayoría mujeres) que se han organizado para juntas adquirir los productos de consumo diario y, al hacerlo en colectivo, promover el trabajo comunitario. Estas experiencias, denominadas, Canastas Comunitarias, fueron mucho más allá al trabajar articuladamente con pequeños productores locales a quienes les adquieren productos propios de sus territorios, promoviendo la soberanía alimentaria y evitando, así, uno de los oficios más injustos del sistema económico imperante: la intermediación y comercialización de alimentos. La Red Nacional Mar, Tierra y Canasta es un ejemplo vivo de ello.
Comunidades campesinas, indígenas, montubias o afroecuatorianas, que cansadas de ver pasar turistas por sus territorios ancestrales, se reorganizaron, capacitaron y profesionalizaron para, ellos mismos, traer a los turistas, guiarlos, alimentarlos, ofrecerles hospedaje y hospitalidad, compartiendo su cultura, tradiciones y costumbres, no como atractivos, sino como forma de ver y entender la vida. La FEPTCE, Federación Plurinacional de Turismo Comunitario del Ecuador, agrupa a 100 experiencias de turismo comunitario y rural a nivel nacional. La Red Pakariñan (Austro y Frontera Sur del país), donde tuve el grato placer de colaborar hace un tiempo, reúne más de 20 experiencias.
Pequeños productores que se han organizado para vender, juntos, sus productos a través de ferias ciudadanas, arrendando, no con pocos problemas, espacios en mercados públicos o generando sus propios espacios de comercialización; ofreciendo, si, a un precio justo y digno sus productos. La Red Nacional de Ferias de Economía Solidaria, es un ejemplo de esta lucha.
Organizaciones diversas, profesionales, académicos, redes, emprendimientos, todos ellos con el mismo sentir: vivir una economía basada en valores, una economía con solidaridad. El messe, Movimiento de Economía Social y Solidaria del Ecuador, es una muestra de que, a pesar a las diferencias, es posible construir alianzas nacionales.
A estas formas “alternativas” de producir, distribuir, consumir; todas ellas de base grupal, de toma de decisiones horizontal, muchas sin formalismos, pero con un fuerte componente de responsabilidad, cooperación, trabajo compartido y, por supuesto, de solidaridad, se les reconoce como actores de la economía popular y solidaria y al conjunto de ellas, a sus principios y características, se le distingue como economía popular y solidaria. La economía popular y solidaria es, entonces, ese conjunto de formas de organización que se guían por valores de solidaridad, cooperación, equidad, trabajo compartido, democracia (en la toma de decisiones), etc.
2. La economía popular y la economía popular y solidaria no son economías “de pobres” y mucho menos “para pobres”. Generan riqueza y tienen un peso muy importante en la economía nacional. La economía popular, por ejemplo genera el 60% del empleo a nivel nacional. En el área rural genera el 70% del empleo y en el área urbana el 55%. La economía popular nos da de comer: el 66,8% de las UPAs (Unidades Productivas Agropecuarias) de menos de 5 has. proveen el 65% de alimentos (a pesar de las enormes restricciones que tienen a factores productivos: 47,7% de pequeños productores posee el 2,04% de la tierra de uso agrícola y el 3,32% de grandes propietarios acapara el 42,57% de la tierra; y solo el 14% de éstas UPAs tiene algún tipo de riego tecnificado). El sector financiero de la economía popular y solidaria, esto es, Cooperativas, Cajas, Bancos comunales, Grupos Solidarios, tienen 226 millones de dólares en depósitos en el sistema financiero nacional.
Muchos académicos, profesionales, organizaciones, movimientos sociales y gobiernos reconocen a la economía popular y solidaria como el sector más apropiado, más apto, desde donde construir y configurar un nuevo sistema económico, una nueva sociedad, una más humana, más justa, más equitativa, una sociedad sostenible, sustentable, respetuosa con la naturaleza y con las generaciones futuras, una sociedad con un nuevo sistema económico: uno social y solidario. Desde el 2008 nuestra Constitución Política de la República (en el artículo 283) ya nos plantea y ordena este gran reto de construir un nuevo sistema económico, basándonos en un nuevo paradigma de desarrollo, uno no orientado por la acumulación y concentración de la riqueza sino por el Buen Vivir, el Sumak Ally Kawsay, de todos y todas.
Un primer paso lo dimos ya con la aprobación mayoritaria de la Constitución en 2008. A partir de ello se han ido estableciendo políticas públicas específicas para este sector, la creación, en abril de 2009 del Instituto Nacional de Economía Popular y Solidaria, IEPS, adscrito al MIES, es un ejemplo de aquello; la propuesta de Ley de Economía Popular y Solidaria, actualmente en discusión con los actores, es otro. Desde mayo 2010 con el liderazgo de la Subsecretaría de Economía Social y Solidaria, SESS, del MIES se impulsa, también, la Agenda de la Revolución de la Economía Popular y Solidaria, que es una Gran Hoja de Ruta para la EPS, sus actores y todo el Estado (a través de sus entidades de servicio público). Esta Agenda desarrolla políticas públicas y estrategias de manera de articular recursos, esfuerzos y acciones de todo el sector público hacia la economía popular y solidaria, enfocando, en una primera etapa, el accionar en seis subsectores económicos donde la economía popular tiene una mayor incidencia: alimentos, manufactura, hábitat y vivienda, turismo, servicios varios y el sistema financiero de la EPS.
La gran tarea recién empieza pero lo hace con muchas voluntades, desde muchos espacios, con saberes, teorías, experiencias, sentires y deseos por construir una sociedad justa, democrática e incluyente, con una economía basada en la solidaridad y la cooperación no en la acumulación desmedida y la competencia inhumana, una economía donde impere la ética de la reproducción de la vida no la ética del mercado.
Porque, compañeras y compañeros, ¡otra Economía si es posible!
Muchas gracias.
* Charla dictada el 13 de febrero de 2010 en el cantón Camilo Ponce Enríquez, provincia del Azuay, en el marco del Encuentro Cantonal del Programa “Tejiendo el Buen Vivir”.
** Economista. Gestor Comunitario – Instituto Nacional de Economía Popular y Solidaria. Ex-Director ejecutivo de proyectos Red Pakariñan.

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