Eric Ochoa Tocachi**
1. Quiero empezar el tema que me han encomendado con una idea central
acerca de la economía popular y solidaria, de que esta no es una
economía individual o individualista sino una economía colectiva,
asociativa, una economía hecha por y para grupos humanos. La
organización colectiva es, quizá, la condición más grande e importante
de la economía popular y solidaria.
En nuestro país existen 3 tipos de economía que juntas dan vida a
nuestro sistema económico. Éstas son: la economía pública (que la hace
el Estado a través de todas sus instituciones y servicios), la economía
privada o tradicional (que la hacen las empresas, grandes o pequeñas,
cuya racionalidad principal es la acumulación y concentración de
riqueza) y la economía popular (que incluye a esa gran variedad de
formas económicas fruto del trabajo autogestionado surgidas por la
necesidad de sobrevivencia y reproducción de la vida del “mundo
popular”, es decir, toda esa población que no ha logrado insertarse
“oficialmente” en el mercado).
En la economía popular ha logrado germinar uno de los valores más
grandes que tenemos como seres humanos: la solidaridad. Este valor, que
es intrínseco, connatural, al ser humano, organiza la racionalidad de
muchas formas económicas. Así, la economía popular contiene importantes
elementos de solidaridad, surgidas muchas de ellas, de interrelaciones
culturales ancestrales que se mantienen aún latentes en nuestra memoria:
la minga o el randimpak, por ejemplo, pero, además, esta solidaridad,
también ha surgido de la carencia extrema de recursos. La pobreza o la
urgencia cotidiana, diaria, de asegurar la subsistencia (de comer,
vestir, descansar dignamente, de estar sanos, de poder educarse) ha
llevado a much@s a reconocer la importancia de compartir lo poco que se
tiene, de formar comunidades o grupos que permitan, juntos, entre
tod@s, conseguir y asegurar los medios para continuar la vida.
Grupos de mujeres y hombres que han unido sus escasos recursos
económicos para formar Grupos Solidarios de Crédito, Bancos Comunales,
Cajas y pequeñas Cooperativas de Ahorro y Crédito, y acceder, así, a una
de las más grandes limitaciones que se tiene en el área rural y/o
urbano marginal de las grandes ciudades: el acceso al financiamiento
productivo. La RENAFIPSE, Red Nacional de Finanzas Populares y
Solidarias del Ecuador, agrupa, por ejemplo, más de 389 Estructuras
Financieras Locales.
Grupos de consumidores (en su gran mayoría mujeres) que se han
organizado para juntas adquirir los productos de consumo diario y, al
hacerlo en colectivo, promover el trabajo comunitario. Estas
experiencias, denominadas, Canastas Comunitarias, fueron mucho más allá
al trabajar articuladamente con pequeños productores locales a quienes
les adquieren productos propios de sus territorios, promoviendo la
soberanía alimentaria y evitando, así, uno de los oficios más injustos
del sistema económico imperante: la intermediación y comercialización de
alimentos. La Red Nacional Mar, Tierra y Canasta es un ejemplo vivo de
ello.
Comunidades campesinas, indígenas, montubias o afroecuatorianas, que
cansadas de ver pasar turistas por sus territorios ancestrales, se
reorganizaron, capacitaron y profesionalizaron para, ellos mismos, traer
a los turistas, guiarlos, alimentarlos, ofrecerles hospedaje y
hospitalidad, compartiendo su cultura, tradiciones y costumbres, no como
atractivos, sino como forma de ver y entender la vida. La FEPTCE,
Federación Plurinacional de Turismo Comunitario del Ecuador, agrupa a
100 experiencias de turismo comunitario y rural a nivel nacional. La Red
Pakariñan (Austro y Frontera Sur del país), donde tuve el grato placer
de colaborar hace un tiempo, reúne más de 20 experiencias.
Pequeños productores que se han organizado para vender, juntos, sus
productos a través de ferias ciudadanas, arrendando, no con pocos
problemas, espacios en mercados públicos o generando sus propios
espacios de comercialización; ofreciendo, si, a un precio justo y digno
sus productos. La Red Nacional de Ferias de Economía Solidaria, es un
ejemplo de esta lucha.
Organizaciones diversas, profesionales, académicos, redes,
emprendimientos, todos ellos con el mismo sentir: vivir una economía
basada en valores, una economía con solidaridad. El messe, Movimiento de
Economía Social y Solidaria del Ecuador, es una muestra de que, a pesar
a las diferencias, es posible construir alianzas nacionales.
A estas formas “alternativas” de producir, distribuir, consumir;
todas ellas de base grupal, de toma de decisiones horizontal, muchas sin
formalismos, pero con un fuerte componente de responsabilidad,
cooperación, trabajo compartido y, por supuesto, de solidaridad, se les
reconoce como actores de la economía popular y solidaria y al conjunto
de ellas, a sus principios y características, se le distingue como
economía popular y solidaria. La economía popular y solidaria es,
entonces, ese conjunto de formas de organización que se guían por
valores de solidaridad, cooperación, equidad, trabajo compartido,
democracia (en la toma de decisiones), etc.
2. La economía popular y la economía popular y solidaria no son
economías “de pobres” y mucho menos “para pobres”. Generan riqueza y
tienen un peso muy importante en la economía nacional. La economía
popular, por ejemplo genera el 60% del empleo a nivel nacional. En el
área rural genera el 70% del empleo y en el área urbana el 55%. La
economía popular nos da de comer: el 66,8% de las UPAs (Unidades
Productivas Agropecuarias) de menos de 5 has. proveen el 65% de
alimentos (a pesar de las enormes restricciones que tienen a factores
productivos: 47,7% de pequeños productores posee el 2,04% de la tierra
de uso agrícola y el 3,32% de grandes propietarios acapara el 42,57% de
la tierra; y solo el 14% de éstas UPAs tiene algún tipo de riego
tecnificado). El sector financiero de la economía popular y solidaria,
esto es, Cooperativas, Cajas, Bancos comunales, Grupos Solidarios,
tienen 226 millones de dólares en depósitos en el sistema financiero
nacional.
Muchos académicos, profesionales, organizaciones, movimientos
sociales y gobiernos reconocen a la economía popular y solidaria como el
sector más apropiado, más apto, desde donde construir y configurar un
nuevo sistema económico, una nueva sociedad, una más humana, más justa,
más equitativa, una sociedad sostenible, sustentable, respetuosa con la
naturaleza y con las generaciones futuras, una sociedad con un nuevo
sistema económico: uno social y solidario. Desde el 2008 nuestra
Constitución Política de la República (en el artículo 283) ya nos
plantea y ordena este gran reto de construir un nuevo sistema económico,
basándonos en un nuevo paradigma de desarrollo, uno no orientado por la
acumulación y concentración de la riqueza sino por el Buen Vivir, el
Sumak Ally Kawsay, de todos y todas.
Un primer paso lo dimos ya con la aprobación mayoritaria de la
Constitución en 2008. A partir de ello se han ido estableciendo
políticas públicas específicas para este sector, la creación, en abril
de 2009 del Instituto Nacional de Economía Popular y Solidaria, IEPS,
adscrito al MIES, es un ejemplo de aquello; la propuesta de Ley de
Economía Popular y Solidaria, actualmente en discusión con los actores,
es otro. Desde mayo 2010 con el liderazgo de la Subsecretaría de
Economía Social y Solidaria, SESS, del MIES se impulsa, también, la
Agenda de la Revolución de la Economía Popular y Solidaria, que es una
Gran Hoja de Ruta para la EPS, sus actores y todo el Estado (a través de
sus entidades de servicio público). Esta Agenda desarrolla políticas
públicas y estrategias de manera de articular recursos, esfuerzos y
acciones de todo el sector público hacia la economía popular y
solidaria, enfocando, en una primera etapa, el accionar en seis
subsectores económicos donde la economía popular tiene una mayor
incidencia: alimentos, manufactura, hábitat y vivienda, turismo,
servicios varios y el sistema financiero de la EPS.
La gran tarea recién empieza pero lo hace con muchas voluntades,
desde muchos espacios, con saberes, teorías, experiencias, sentires y
deseos por construir una sociedad justa, democrática e incluyente, con
una economía basada en la solidaridad y la cooperación no en la
acumulación desmedida y la competencia inhumana, una economía donde
impere la ética de la reproducción de la vida no la ética del mercado.
Porque, compañeras y compañeros, ¡otra Economía si es posible!
Muchas gracias.
* Charla dictada el 13 de febrero de 2010 en el cantón Camilo Ponce
Enríquez, provincia del Azuay, en el marco del Encuentro Cantonal del
Programa “Tejiendo el Buen Vivir”.
** Economista. Gestor Comunitario – Instituto Nacional de Economía
Popular y Solidaria. Ex-Director ejecutivo de proyectos Red Pakariñan.